12/9/11

Cualquier tiempo pasado



Lo escribió Jorge Manrique, hace más de cinco siglos, para exponer el dolor que le provocó la muerte de su padre. Pero me vino a la cabeza la madrugada del sábado, mientras gozaba de uno de los partidos más intensos y atractivos que recuerdo en mucho tiempo. Hablo de la semifinal del Preolímpico que disputaron en Mar de Plata las selecciones de Argentina y Puerto Rico. Fue un choque pleno de intensidad, de alma, en el que se pudo paladear un baloncesto sin disfraces, sin cálculos, donde dos equipos radicalmente diferentes se lanzaron a pecho descubierto a por el triunfo, en busca de una plaza en los Juegos de Londres. Al final el triunfo se tiñó de albiceleste, para gozo de los miles de argentinos que auparon a sus ancianos (con todo el cariño) y los llevaron en volandas hacia la victoria. Un equipo en el que sólo dos jugadores bajan de la treintena -Juanpi Gutiérrez (27) y Carlos Delfino (29)- tiró del carácter y las vísceras que han convertido a este grupo de talentos en, sin duda alguna, la mejor selección de la historia de su país y me generó una suerte de nostalgia que me trasladó a Manrique y los tiempos en los que estudiábamos los tópicos de la poesía renacentista, el tempus fugit inexorable. Supongo que a la mayoría le sonarán estos versos.

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

En aquel pabellón de Mar de Plata se concentraban la madrugada del sábado varios de los jugadores que han lucido con mayor orgullo en su pecho el escudo del Baskonia, tipos que sumaron para lograr que el club de una pequeña capital de provincia se hiciera por derecho propio con un hueco en todos los mapas del baloncesto continental. Fue como echar un vistazo al pasado, a unos tiempos gloriosos que ahora mismo muchos añoran en Vitoria. Las dudas se han apoderado de la afición azulgrana en un verano que se está mostrando, si cabe, más complicado que de costumbre. La marcha de algunos de los pilares que han sostenido estos últimos años al Caja Laboral, como Barac o Marcelinho, ha incrementado la sensación de orfandad que, sin embargo, brotó cuando Tiago Splitter, quizá el último gran referente de este club, decidió probar suerte en la NBA.

Más allá de que Josean Querejeta y sus colaboradores logren finalmente armar un plantel que devuelva la ilusión a la hinchada, algo que ahora mismo parece utópico, en Vitoria se echa en falta la esencia de irreductibilidad que hizo grande y despertó el orgullo de un equipo que se ganó un espacio en la élite gracias a unos principios que van más allá de los resultados y los títulos. En ese partido entre Argentina y Puerto Rico se reunían un puñado de los mejores jugadores que han vestido la elástica azulgrana en la última década. Había varios ex. Dos en las filas boricuas: el fugaz temporero Andrés Rodríguez y el genial Carlos Arroyo, un jugador que podría haberse forjado una carrera de estrella en el Viejo Continente. Y cuatro en Argentina: Fabricio Oberto, Luis Scola, Andrés Nocioni y Pablo Prigioni, que no es pasado sino futuro próximo y ha demostrado en este torneo que sigue conservando la ambición y el carácter competitivo que le permitieron crecer al ritmo del propio Baskonia hasta convertirse en uno de los mejores directores de juego de la ACB.

Argentina jugó el partido con la misma intensidad y entrega que tanto se ha apreciado siempre en el Buesa Arena. Quizá en otros lares se exigen otras cosas, más talento, baloncesto de mayor calidad, por encima de este tipo de valores. Vitoria es, baloncestísticamente hablando, una ciudad de principios. Aquí se ha exigido siempre compromiso, implicación, la asunción de unos colores y la identificación con la grada. Y creo que es eso lo que precisamente añora el aficionado baskonista. No sé si es porque el equipo ha acabado por asumir su condición de grande y el perfil de los jugadores ha caído en cuestiones relacionadas con el hambre o si todo esto tiene que ver con el carácter tan fugaz de las plantillas, que cambian tan radicalmente de un año para otro, pero lo cierto es que me atrevo a asumir que lo que genera el desasosiego que sigo percibiendo en el entorno del Caja Laboral está relacionado con la pérdida de comunión entre el equipo y la grada.

Huérfano de referentes

No todo tiene que ver con los títulos. Es más una cuestión de referentes. Y en el Baskonia de los últimos años se han contado con los dedos de una mano. Hace no mucho, poco antes del verano, leí a un compañero de profesión que respeto mucho decir que uno de los motivos que han provocado la pérdida de popularidad que ha padecido el baloncesto en este país radica en la escasa permanencia de los jugadores en los equipos. El equipo vitoriano no se ha visto exento de esta corriente. Splitter, Scola o Calderón, por poner algunos ejemplos de aquel tiempo pasado, brotaron de la cantera, crecieron en las categorías inferiores e hicieron carrera con la camiseta del primer equipo antes de emigrar en busca de mayor gloria. Los últimos grandes iconos baskonistas han seguido otras sendas. De la plantilla actual, si exceptuamos a un Prigioni que tendrá que volver a empezar de nuevo, el poso lo ponen Mirza Teletovic, el capitán, y el beatificado Fernando San Emeterio. El bosnio se dispone a iniciar su sexta temporada en el club. El cántabro, héroe tras haber sido prácticamente descartado tras su primer curso en Vitoria, emprenderá cuando regrese de Lituania su cuarto ejercicio en este equipo. Oleson y Ribas, dos hombres que en absoluto han ejercido el papel de líderes, van a cumplir su tercera temporada. Pero el equipo hace algún tiempo que no transmite lo mismo.

Hace poco más de un año, navegando contra corriente, llegó el último título, la tercera ACB de la historia del club. En realidad, el goteo de trofeos ha seguido un ritmo relativamente constante que en los últimos cursos hasta que, coincidiendo con ese éxodo de los grandes referentes, se ha ralentizado. Desconozco cuál puede ser el camino para enmendar este problema, la fórmula que devuelva ese carácter que en teoría tanto debería casar con la filosofía de Dusko Ivanovic. En un contexto en el que las apreturas económicas han marcado la estrategia deportiva, con los grandes rivales a una enorme distancia en cuanto a presupuesto, el Baskonia está obligado a hilar mucho más fino en la composición de las plantillas y ha visto muy reducido su margen de paciencia para madurar alguna de sus apuestas.

En busca de las señas de identidad

A Josean Querejeta se le presenta la compleja papeleta ya no sólo de sobreponerse a los numerosos contratiempos que están surgiendo y componer una plantilla que presente un nivel suficiente como para competir. Necesita también dotar de alma a un equipo desnaturalizado. No será fácil, desde luego, pero la apuesta que realizó el máximo dirigente de la entidad gasteiztarra en junio, cuando decidió prolongar por dos años su vínculo con Dusko Ivanovic, marca el camino que pretende seguir. De un modo u otro, el objetivo primordial de la dirección deportiva pasa por conseguir que el plantel azulgrana recobre sus señas de identidad, su espíritu indomable. Será el primer escalón de una escarpada escalinata hacia la pelea por los títulos, algo de lo que el pasado año quedó descabalgado el Caja Laboral. La elección de Prigioni, un tipo que conoce la casa como pocos, un guerrero, uno de esos abuelos que el sábado participó en un duelo épico y lo ganó, puede inscribirse en este marco. La directiva parece dispuesta a echar la vista atrás, a los orígenes, para devolver su esencia al equipo. No resultará en absoluto sencillo. No hablamos de algo que se pueda hacer de un día para otro. Y da la impresión de que el remedio a este mal se encuentra distante en el tiempo, puede estar en los prometedores valores que comienzan a despuntar en las categorías de formación.

Por el momento, lo que parece claro es que el calendario avanza y siguen existiendo incógnitas en torno a la composición de la plantilla. Más allá de la carencia de ese espíritu que tanto se reclama, ahora mismo faltan jugadores. Y eso incrementa el nerviosismo entre la hinchada. Es cierto que este club siempre ha apurado los plazos, pero no lo es menos que resulta inquietante comprobar que a menos de tres semanas para que arranque la competición la plantilla carece de pívots. El fichaje de Richard Hendrix, un jugador que por estatura y perfil parece que no colma del todo la ausencia de un cinco dominador, se hará oficial en cuestión de horas. A partir de ahí, restará la llegada de otro elemento para completar la batería de interiores. En principio, el club descarta de plano conceder ese espacio a Dejan Musli, a quien Ivanovic aprecia lo justo y se le sigue buscando un destino. Sea quien sea el elegido, da la impresión de que, salvo que se trate de Splitter o Scola, tampoco llegará nadie llamado a ocupar esa plaza de icono que el equipo y sobre todo la grada tanto añora. La capacidad de Prigioni, San Emeterio y el caótico Teletovic para recuperar el idilio con la grada, para transmitir, puede resultar una receta para los que sentimos añoranza. En su mano está disipar las dudas y evitar que sigamos pensando en aquello que dijo el poeta. Cualquier tiempo pasado no tiene por qué ser mejor.

2 comentarios:

Joseba. dijo...

David,

Creeme, soy el más nostálgico de los hombres sobre la tierra... veo a Scola o Nocioni jugar en la NBA, y me pongo a tiritar, como con Tiago, Marcelinho, etc... Ahora bien, mezclar el pasado y los referentes pasados, con ilusiones futuras, me parece un error...

La identificación es algo tremendamente curioso. En Vitoria nos hemos sentido tremendamente “identificados” con mercenarios como travis Hansen o Pete Mickeal, mientras que hemos tenido una sensación de desarraigo total con jugadores tremendamente implicados como puden haber sido Prigioni o el mismo Pablo laso.

¿Que vende ilusión? Quizá si en vez de a Prigioni hubiesemos fichado a Sergi Vidal, seríamos mucho menos competitivos, pero estaríamos más “ilusionados”...Es ago dificil.

Respecto a la construcción del equipo, no está a medio cerrar, sino que está cerrado. Por primera vez en muchos años, el equiipo está cerrado.

Prigioni+Heurtel
Oleson+Ribas+Williams
Bjelica+San Emeterio
Mirza+Bjelica
Lampe+Hendrix

Este es este baskonia, y ahora podemos discutir la configuración del equipo, si es grande, pequeño, implicado, de mucha calidad o de poca calidad, pero este es el equipo.

Ah! Que lampe está lesionado... Pues igual que cuando se lesionó Herrmann, fichamos a Micov, un digno sustituto, con Lampe ficharemos un digno temporero, pero no se puede calificar al equipo con el temporero sino con el referente.

En otro post, discutimos acerca de la plantilla... de sus posibilidades, de sus puntos fuertes y de sus puntos débiles, pero no nos volvamos locos con el temporero que permitirá al Baskonia arrancar, ya que es tontería. Lampe volverá en Febrero (quizá para la copa del rey, quizá no), pero estará para el playoff o final four seguro.

Se ha hablado mucho de los centímetros de Hendrix. Podemos hablarlo... pero es un cinco. Como Ramón Rivas, pero con 5 cm menos. Pero juega como Ramón, no como Teletovic. Hendrix es un cinco en cuerpo de cuatro... pero un cinco.

¿Ilusión? Este equipo es capaz de ilusionar como ningún otro. Todo depende de los resultados...

Álvaro Martínez @alvarom dijo...

Yo cada vez que te entre la depre pensaría siempre lo mismo:

Soy subcampeon de liga, me quitan a mis tres exteriores titulares de 30 mpp, dos de ellos se van a los otros 2 grandes cocos de la liga.

Llega un tío rebotao de Italia que no le pagan, llega otro rebotao de Madrid que sin verle ya no lo quieren, y otro que estás a punto de tirar, se queda...

Campeones de liga.

Vitoria!
Where amazing happens!